13 de julio, beata Angelina de Monte-Giove, religiosa, III Orden

Beata Angelina Montegiove Marsciano Foligno Corbara

13 de julio
BEATA ANGELINA DE MONTE-GIOVE,
RELIGIOSA, III ORDEN

Memoria libre para TOR

Angelina nació en Monte-Giove (Temi), Italia, en 1377, hija de los condes de Marsciano. Viuda a los dos años de matrimonio, distribuyó todos sus bienes a los pobres, vistió el humilde sayal franciscano y con otras muchas jóvenes abandonó el mundo para seguir al Señor. En Foligno emitió en 1397, con sus compañeras, los tres votos
de obediencia, pobreza y castidad, en el monasterio de Santa Ana por ella fundado y al que siguieron otros en distintas ciudades. Todos estos monasterios se regían bajo una superiora general única, hasta que en 1430, Martín V, puso la institución bajo la jurisdicción de los Hermanos Menores, asignándole como misión específica la educación e instrucción de la juventud femenina. Murió en 1435. León XII aprobó su culto en 1825.
Del Común de santas mujeres: para los religiosos.
Himnos castellanos en el Apéndice I.

Oficio de lectura

SEGUNDA LECTURA
De La vida perfecta (para religiosas), de san Buenaventura, obispo
(Cap. VII, 1-4: San Buenaventura: Experiencia y teología del misterio, BAC, Madrid 2000, pp. 265-267)

La caridad es la vida de las virtudes

Nada mejor ni más útil para mortificar los vicios, para avanzar en la gracia, para alcanzar el grado sumo de las virtudes que la caridad. Dice de ella Próspero, en su libro sobre la vida contemplativa: «La caridad es la vida de las virtudes, la muerte de los vicios»; y como la cera se derrite al fuego, así perecen los vicios ante la caridad. Pues la caridad es tan poderosa que cierra por sí misma el infierno, ella sola abre el cielo, ofrece la esperanza de la salvación y nos hace agradables a Dios. Es tan excelente entre todas las virtudes que se la denomina «la virtud»; pues quien la posee es rico, próspero y feliz; y pobre, mendigo y miserable quien no la tiene.

Dice san Agustín: «Como la virtud es el camino que conduce a la verdadera felicidad, yo afirmaría en absoluto que la virtud no es otra cosa que un perfecto amor de Dios». Siendo, pues, tan grande la caridad, hay que insistir en ella con preferencia a todas las demás virtudes, y no en una caridad cualquiera, sino en aquella por la que Dios es amado sobre todas las cosas y el prójimo por Dios.

Y de qué modo debes amar a tu Creador te lo enseña tu mismo Esposo en el Evangelio, diciendo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Observa atentamente, queridísima sierva de Jesucristo, qué amor te pide tu amado Jesús.

¿Qué harás, pues, para amar firmemente al Señor Dios con todo tu corazón? ¿Cómo hacerlo con corazón indiviso? Escucha a san Juan Crisóstomo que te lo enseña: «Amar a Dios con todo el corazón significa que tu corazón no se incline a amar más a ninguna otra cosa que a Dios, no te deleites en la belleza del mundo, ni en honores ni en parientes, más que en Dios».

Y no sólo con todo tu corazón, sino también con toda el alma has de amar al Señor Dios, Jesucristo. ¿Cómo con toda el alma? Escucha lo que te enseña san Agustín: «Amar a Dios con toda el alma significa amarlo con toda la voluntad, sin contradicción». Indudablemente tú amas con toda el alma cuando cumples gustosamente, sin ninguna oposición, no lo que tú quieres, ni lo que el mundo aconseja, ni lo que sugiere la carne, sino lo que tú sabes que quiere el Señor tu Dios.

Cierto, tú amas al Señor con toda el alma cuando, si es necesario, expones tu alma voluntariamente a la muerte por amor a Cristo. Y ama a tu Esposo, el Señor Jesús, no sólo con todo el corazón y con toda tu alma, sino también con toda tu mente. ¿Cómo con toda la mente? Atiende de nuevo a lo que te enseña san Agustín: «Amar a Dios con toda la mente significa amarlo teniéndolo siempre presente, sin olvidarlo nunca».

RESPONSORIO                                                                                                          Cf Lc 10, 42. 39
R. Sólo una cosa es necesaria. * Ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.
V. Sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. * Ha escogido.
La oración como en Laudes.

Laudes

Benedictus, ant. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, a donde no se acercan los ladrones ni roe la polilla.

 Oración

Dios, fuente de amor, que otorgaste a la beata Angelina el don de una especial humildad y caridad, concédenos seguir su ejemplo y conseguir la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.

Vísperas

Magníficat, ant. Dichoso quien se apiada de los pobres; quien cree en el Señor ama la misericordia.

APÉNDICE I:
Himnos en castellano
OFICIO ORDINARIO

Laudes

Como se abrió la mañana
en esplendores del día,
hoy crece en mí la alegría
para alabar al Señor.

Loado, Señor, tú seas
por el sol y por la vida.
Loado, tú, sin medida;
es mi tributo de amor.

Loado, Señor, tú seas
en el agua y en las rosas,
¡Dios mío y todas mis cosas!
Loado siempre, Señor.

Y con Francisco te alabo
hoy con toda criatura.
Que todas de tu hermosura
son pregoneras y honor.

Al Dios que es Trino y es Uno
den alabanza infinita,
que en todo ser está escrita
la grandeza de su amor. Amén.

Vísperas

La perfecta alegría
sólo está en el amor,
en un amor capaz de dar la vida.

No la dan las riquezas,
si no es una, Señor:
la de tu amor como única moneda.

No la dan los placeres,
y sí la da el sabor
de recibir de ti mieles y hieles.

Ni la da, no, el orgullo,
sino el ser servidor
de todos y por ti, por darte gusto.

La da la paradoja
de abrazarse al dolor
como tú a tu cruz de sangre y mofa.

La perfecta alegría
se logra en el amor,
en ese amor capaz de dar la vida.

Perfecta como tú, genuina joya,
dánosla ya, Señor,
como una gracia que será tu gloria. Amén.

COMÚN DE SANTOS FRANCISCANOS

Laudes

Hermanos, venid gozosos
a celebrar la memoria
de quien hizo de su historia
un holocausto de amor.

Y del Seráfico Padre
siguió el ejemplo sincero
de consagrar por entero
su corazón al Señor.

Hoy celebramos su fiesta
sus hermanos, los menores;
y cantando sus loores
pedimos su intercesión.

Que Francisco nos enseña
la oración de la alabanza
al Señor, que es esperanza,
y en sus santos, protección.

Gloria a Dios que es Uno y Trino,
cantad su bondad constante,
que no cesa ni un instante
de ser nuestro bienhechor. Amén.

Vísperas

Cuando la tarde declina
hacia el ocaso que llega,
mi alma, Señor, te entrega
su tributo de oración.

Y al celebrar a los santos
que te ofrecieron su vida,
con ellos canta rendida
las finezas de tu amor.

Francisco quiso que fueran
sus hijos agradecidos,
y en alabarte reunidos
en un solo corazón.

Hoy la plegaria que entona
nuestro pecho jubiloso
es el tributo gozoso
de gratitud a tu amor.

Gloria los santos celebren
al Trino y Único Dios.
Gloria nosotros cantemos
uniendo a ellos la voz. Amén.

SANTOS VARONES FRANCISCANOS

«¡El Amor no es amado!»  (San Francisco)

Fuiste grito enamorado
de la inefable hermosura
de una increíble locura:
Dios en hombre anonadado.
«¡Ay, y el Amor no es amado!»

Fuiste del dolor flechado
al mirar la horrible muerte
y el cuerpo sangrado, inerte,
de tu Dios crucificado.
«¡Ay, y el Amor no es amado!»

Fuiste tú el anonadado
al alimentar tu vida
con el pan y la bebida
de Jesús sacramentado.
«¡Ay, y el Amor no es amado!»

Fuiste voz, ansia, cuidado
de hacer entender a todos
los hombres, de todos modos,
que sólo existe un pecado:
«¡Ay, que el Amor no es amado!»

Hoy, ya bienaventurado,
en la familia del cielo,
danos repetir tu anhelo
de ver a Dios siempre amado.
«¡Ah, que el Amor sea amado!» Amén.

SANTAS MUJERES FRANCISCANAS

Dichosa tú, que te llamas
hermana de Jesucristo,
y que nutres con su sangre
tu amor al Padre divino,
y amas con él como a hermanos
a todos los redimidos.

Dichosa tú, que te llamas
esposa de Jesucristo,
desposada por el Padre
en el amor del Espíritu,
que compartes sus afanes
y sus bienes infinitos.

Dichosa tú, que te llamas,
sí, madre de Jesucristo,
pues en la fe lo concibes
y lo das a luz en hijos
de tu amor a los demás
y tu amor contemplativo.

Dichosa hermana y esposa
y madre de Jesucristo,
pues te llamas lo que eres,
como él mismo lo ha dicho,
y con él reinas y gozas
por los siglos de los siglos. Amén.

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